Paul en el campo es el título fundamental de Rabagliati y, según algunos, de toda la BD canadiense moderna. Junto a él, este álbum presenta todas las historietas cortas del autor, incluidas varias que no recopiladas en su lengua original. En ellas encontraremos todo lo que ha hecho de él un autor único y quizá más: sexo, cocina, dudas de fe, amistad homosexual, deportes de riesgo, raperos y armas de fuego; aparentemente, carne de best-seller, solo que todo transcurre bajo la mirada transparente, a veces conservadora, otras desinhibida de su alter ego, Paul. Autor poco dado a la pirotecnia, amante de la sencillez y el tono menor en sus relatos, Rabagliati no renuncia aquí al humor, incurriendo ocasionalmente en incorrecciones políticas varias con la flema de un abuelo québécois que ve atardecer desde el porche de su cabaña de pesca. En conjunto, el libro ofrece otra historia: la del hombre que quiso dibujar tebeos.

Paul es un adolescente de los 70, insatisfecho y apasionado, que recibe la oferta de un viejo amigo para trabajar en un campamento de verano. Celebrada como una de las novelas gráficas más importantes de la última década, Paul va a trabajar narra el salto a la madurez de su protagonista con el trazo estilizado y feliz de la mejor tradición historietística francesa. Relato autobiográfico e iniciático, Paul provoca la inquebrantable simpatía del lector gracias a su limpieza de intenciones y su apabullante normalidad. Quizá porque Rabagliati no se centra en el lado más apocado del adolescente, como es moneda habitual, sino que dota de inusual dignidad a su Paul, mostrando con agilidad toda la fatalidad de sus pasos en falso y la belleza de sus descubrimientos.