Me refiero al tiempo que ha transcurrido desde que yo comencé a escribir este libro en 1967, a mis veintiún años, y la fecha en que escribo este texto. Cuarenta y ocho años han pasado desde entonces, casi medio siglo, y, con estremecimiento, pero a la vez con serenidad, releo sus poemas. Ha pasado mucho tiempo, pero creo que este libro ha resistido esa prueba siempre dura del paso del tiempo, aunque su tono claro y directo, sin "máscaras", nada tenga que ver con la poesía que hoy -la de los demás y la mía- podemos estar escribiendo. Sin embargo, estos Preludios fueron y son muy importantes para mí y para el conjunto de mi obra por unas razones muy concretas. En primer lugar, porque en él ya se decanta la que era y habría de ser mi voz. Antes de este libro, pero casi al mismo tiempo, había escrito otros dos, Orillas del lago y Poemas de la tierra y la sangre; pero en el primero la emoción y el subjetivismo aún lo inundaban todo y en el segundo se entreveía alguna de mis obsesivas lecturas de entonces. Pero en Preludios a una noche total se decanta mi voz porque en él están ya presentes algunas de las características esenciales de la misma: la emoción, la intensidad y la pureza formal. Está también muy presente un tema central en mi obra: el de la naturaleza. No contemplada ésta al trasluz de lo costumbrista, lo rural o lo "noventayochista", sino la de sentido abierto y universalizado, aquella que está presente en toda la tradición poética universal, de Virgilio a Seferis, y que, recordando la frase de Torga, le permite al que sabe contemplar ver en lo más local lo más universal. Porque en ese espacio en el que respiramos, en ese mundo engañosamente concreto, están nuestras raíces, la savia del origen, la fuerza de lo que escribimos, las primeras contemplaciones. Preludios es también un libro de amor, sentimiento primordial que remite a la pasión, pero que también busca la fusión con el Todo. De ahí el que la naturaleza -la concreta de mi infancia y de mi adolescencia, la de los ríos y montes leoneses, la de mi ciudad natal- sea el factor aglutinante en esa búsqueda de la plenitud de ser, de la Unidad, que luego he perseguido en cada uno de los libros. No existe un único Antonio Colinas sino que en cada uno de mis libros -aparente o subterráneamente- aparece esa voz que ya se decanta en este libro. A veces, en señales evidentes (el poema titulado "Invocación a Hölderlin") se intuye la poesía que habría de venir de manera inmediata y libérrima en el siguiente libro, Truenos y flautas en un templo, la cultura como vida. El nombre de Hölderlin posee para mí un fuerte carácter simbólico por muchas razones, entre otras porque representa ese romanticismo universalizado que se ancló en el humanismo grecolatino. Me alegra reencontrar ahora este nombre, tan tempranamente rescatado por mí, en los poemas de juventud.

Antonio Colinas (La Bañeza, León, 1946). Poeta, narrador, ensayista y traductor. Entre sus libros de poemas recordaremos Sepulcro en Tarquinia, Noche más allá de la noche, Libro de la mansedumbre, Tiempo y abismo o Canciones para una música silente. El conjunto de su poesía está recogido en Obra poética completa (2011). Un señalado libro que explica su vida y obra es Memorias del estanque (2016). Es autor de dos novelas, de libros de cuentos y de varios de ensayo, como Del pensamiento inspirado, Sobre la vida nueva, o La simiente enterrada. También de estudios biográficos, como Vicente Aleixandre y su obra, Hacia el infinito naufragio. (Una biografía de Giacomo Leopardi) o Rafael Alberti en Ibiza. Ha recibido el Premio Nacional de la Crítica, el Premio Nacional de Literatura, el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana y, en Italia, el Premio Nacional de Traducción y el Internacional Carlo Betocchi, como traductor y estudioso de la cultura italiana. www.antoniocolinas.com Estamos ante una obra que, a partir de lo poético, se despliega por otro tipo de géneros y de moldes, impregnados todos ellos por ese peculiar humanismo poético, que es uno de los rasgos que mejor define el quehacer creativo de Antonio Colinas. En este sentido, en nuestra poesía contemporánea, solo conocemos otro poeta, como es José Ángel Valente, cuya creación obedece a tales rasgos, ya que, desde el centro irradiante de lo poético, cultiva también otros géneros literarios diversos, todos ellos conectados entre sí.

Además de esa María Zambrano ya conocida por los especialistas, en este libro se alude a aspectos nuevos de su vida y obra, especialmente a aquellos que revelan la inflexión de su pensamiento a partir de los años de la guerra y de su exilio, en el que ocupa un lugar muy especial la presencia de lo sagrado, de una sincera espiritualidad heterodoxa y de un sentido de la trascendencia revelado por medio de lecturas, pero sobre todo gracias a una voz interior que sintió ya en su adolescencia y en la que tanto influyó la poesía y la amistad con los poetas. Testimonios, los de este ensayo de Antonio Colinas, puestos de relieve a partir de declaraciones de la propia Zambrano, especialmente de su epistolario, de algunas entrevistas y de los diálogos con el autor. Más allá de las convulsiones de la Historia y de su compromiso social, la contemplación interior, determinadas amistades y su travesía de exiliada la conducen hacia una inusual, valiente experiencia ética y estética. Una semblanza en suma de un hondísimo viaje interior, rico en pruebas innumerables.

Cinco viajes a la Ciudad de Am es un libro que incluye grabados del artista abulense Ángel Sardina y un conjunto de poemas de los poetas Antonio Colinas, Raquel Lanseros, Jeannette L. Clariond, José María Muñoz Quirós y Carmen Pallarés. Los poemas se inspiran en un viaje a la ciudad inventada de Am para la cual cada poeta escribe 10 textos y Ángel Sardina, desde el jardín de su casa, crea una suerte de instalación que llevará posteriormente a un grabado. Con guardas realizadas a partir de poemas manuscritos de los autores, añaden un plus a este original libro que incorpora voces de ideas renovadas de lugares que los poetas descubren desde su interioridad. Nota introductoria de Luis Armenta Malpica y diseño de Víctor Ramírez.