A las cuatro de la tarde del 6 de febrero del año 2020, más de medio millón de metros cúbicos de tierra y basura, provenientes de un vertedero cercano, invadían por completo un carril de la autopista A-8 a su paso por la localidad vizcaina de Zaldibar. El transportista Alberto Pérez logró frenar a tiempo para no ser aplastado por el derrumbe cuando oyó crujir los árboles. Joaquín Beltrán y Alberto Soraluce, dos trabajadores del vertedero, no tendrían la misma suerte y serían sepultados por el alud. A partir de ahí, la magnitud de la tragedia no haría sino aumentar: varios incendios se sucederían en el vertedero y por los que los vecinos y vecinas de la zona serían obligados a recluirse en sus casas, los equipos de rescate serían informados tras muchas horas de la presencia de sustancias altamente peligrosas entre los restos del derrumbe... Espoleado por la muerte de los dos trabajadores, el periodista Ahoztar Zelaieta se calza las botas para investigar in situ lo ocurrido y tratar de desentrañar los porqués de la catástrofe. En el camino le aparecerán el tráfico de influencias y de residuos peligrosos, la falta de control y vigilancia, la especulación urbanística, las puertas giratorias entre la empresa privada y las instituciones… En definitiva, toda una serie de irregularidades que hacen de las basuras vascas un negocio altamente rentable, pero tremendamente peligroso. Sepamos, pues, quiénes son, con nombres y apellidos, los responsables de la gestión de un vertedero que transportistas, trabajadores y vecinos conocían como “el agujero”.