Vagabunda, de espíritu errante, sin una residencia fija en la tierra. Así se definió a sí misma Gabriela Mistral, cuya vida estuvo marcada por un largo peregrinaje alrededor del mundo. Desde su infancia en las quijadas mismas de la montaña, hasta el mar austral. Del Valle de Elqui al valle de México. De la pampa argentina a los jardines de Petrópolis. Del Golfo de Nápoles al ajetreo barcelonés. Ninguna latitud resultó inerte para la poeta. Supo deslumbrarse con igual humildad ante una gran urbe como ante un pueblo pequeño, pues fue testigo, ante todo, de la tierra. "Escuela de humildes es el viaje", nos dice, señalando la ausencia de privilegios propia del que navega, confiado al mar, transformado en un dato de pasaporte: viajar es una "profesión del olvido". "Vagabunda, eso he sido", reúne una selección de prosas que la Premio Nobel de Literatura dedicó a diversas localidades en las que estuvo. Trazando un recorrido por Chile, América y Europa, el volumen presenta a una Mistral andariega, libre de ataduras, crítica ante la frivolidad que los ricos imprimían al viaje: "Lástima de ricos que se han estropead