Charles Simic tenía siete años cuando cruzó a pie las montañas de Eslovenia junto a su madre y su hermano con la intención de alcanzar la frontera austriaca y huir así de la
Yugoslavia comunista para luego alcanzar París y allí esperar el momento de reunirse con su padre, que había escapado a los EE. UU. Es sólo uno de los episodios que narra en
estas memorias en las que relata también su infancia en un Belgrado bombardeado por unos y por otros, poblado de personajes dignos de una película de Kusturica; la llegada en
barco a la tierra prometida, Nueva York; sus años de juventud bohemia cuando dudaba entre hacerse poeta o pintor, o su estancia en Francia como policía militar, sin olvidar hondas reflexiones sobre el porqué de la poesía.