"Una vida de cine no tiene por qué ser intensa, ni siquiera apasionante. Muchos directores han conseguido obras maestras fijando su objetivo en personajes anodinos y acontecimientos triviales, demostrando así que el valor de lo que se cuenta está supeditado a cómo se narra.
Con la concisión y la intensidad de un cortometraje, Programa Doble se inmiscuye en vidas cotidianas que podrían pasar perfectamente inadvertidas o convertirse en guiones que van del drama al surrealismo, de la comedia al cine quinqui y de Walt Disney al destape, dependiendo del objetivo con el que lo enfoquen los autores.
«No hay una gran diferencia entre un murmullo apagado de dos parcas que narran la vida de los humanos y el salto de cuento en cuento de Elifio y Eva. En los silencios, en esos huecos, se cuela lo importante, el escalofrío del lector, que se reconoce o se retuerce, que siente la pena inmensa ante esas vidas mediocres o esas decisiones equivocadas. Como en el cine, las escenas pasan vívidas ante nuestros ojos. Como en el cine, cuando la historia acaba se regresa a una realidad más apagada, menos interesante.»
(Del prólogo de Espido Freire)"