Las normas de cortesía, el habla cotidiana, las ceremonias de nacimiento, casamiento y muerte, el ocio, el alcohol, el cine y la lectura, la incompatibilidad entre la vida militante y la vida familiar y laboral, el respeto en las relaciones amorosas, el maltrato familiar… En 1923, con Lenin enfermo de muerte, un partido comunista con unas tremebundas diatribas internas, con una Rusia devastada por una guerra civil apenas recién fifi nalizada, podría sonar casi a capricho diletante que uno de los grandes dirigentes bolcheviques ocupara su tiempo en tratar con toda gravedad estos temas. Pero es que, «no solo de política vive el hombre», pensaba Trotski.