Un presunto agente secreto dimite de su puesto dispuesto a cambiar de vida. De regreso a casa es narcotizado y despierta en un lugar irreal. Una comunidad en apariencia apacible llamada La Villa pero que esconde un fabuloso aparato represor y de la que no hay escapatoria posible. Una comunidad en la que es despojado de su identidad y en la que sus captores intentarán que confiese las razones de su renuncia. Esta es la premisa de El Prisionero, una serie mítica estrenada hace más de cincuenta años, la primera serie de culto de la historia de la televisión. Debatida y analizada por fans y académicos desde de su primera emisión, El Prisionero hechizó a creadores de la talla de Alan Moore, JJ Abrams, Joss Whedon y Mark Frost. Antes de Twin Peaks, El show de Truman, Matrix o Perdidos estaba El Prisionero. El Prisionero fue la primera distopía pop de la historia. El Prisionero inventó la idea de que la televisión podía ser “cine en casa”. El Prisionero se adelantó a su tiempo por su factura técnica y por sus temas: el control y la vigilancia gubernamentales, el poder de los medios, el fracaso de la política