De expresión inmensamente triste, rara belleza y vida trágica, Annemarie Schwarzenbach no dejó indiferentes a cuantos la conocieron, como Thomas Mann y sus hijos, André Malraux y Carson McCullers, quien le dedicó su libro Reflejos en un ojo dorado. Viajó a Persia una y otra vez atraída por su pasado, los desiertos, los jardines paradisíacos, los valles solitarios. Escrito en 1936, este «diario impersonal», como ella lo definió, es una mezcla de autobiografía, crónica de viaje y ficción, donde la voz desgarrada de la narradora se funde con la grandeza turbadora de unos paisajes convertidos en espejo de sus miedos, su soledad y su amor por una joven turca.