Abdelá es hijo de la ciudad, de la ciudad mestiza. Pero en esa ciudad, tocada por la modernidad, minada por la pobreza, atravesada por corrientes diversas, perviven numerosos misterios marroquíes: los brujos, el hammam, la baraka, la ziara. Los cuerpos, las influencias secretas, el destino, la suerte, los adivinos y los santos. Abdelá observa, desde París, ese mundo que lo rodeaba de niño, con el mismo amor, y trata de reencontrarse con una tierra que sus sentimientos más profundos nunca abandonaron.