El barrio del Raval, cuyo sur geográfico ha sido el histórico Barrio Chino de Barcelona, ha constituido siempre el símbolo y la representación de los pánicos sociales y morales de la burguesía barcelonesa. La concentración de población obrera, la pobreza estructural y la actividad del trabajo sexual, por un lado, y, por otro, su configuración como espacio de conductas desviadas de la norma y una cultura urbana al margen de los cánones morales, han hecho del Raval un objeto de estigmatización permanente. Matar al Chino muestra cómo todos los poderes políticos que han gobernado la ciudad, tanto conservadores como progresistas, han mantenido unas políticas de control y persecución social destinadas a hostigar aquellas realidades sociales que no se pliegan al tiralíneas de políticos y urbanistas. Junto con un magnífico trabajo historiográfico, Miquel Fernández realiza una rica y compleja etnografía de la calle d’en Robador, símbolo tanto de la violencia institucional, social y mediática como de la resistencia a esta. Enmarcada en el contexto gentrificador y turistificador de las últimas décadas, esta