Las sociedades sin Estado no son el efecto de la pura causalidad o de cierto retraso evolutivo, como han escrito por más de un siglo los estudiosos marxistas, señalando factores económicos, tecnológicos y organizativos, pero ignorando el factor crucial de la ideología. Son sociedades que rechazan el Estado, la dominación y eligen dotarse de normas que alejen la posible degeneración en una sociedad jerárquica y autoritaria. Mientras la cultura occidental piensa el poder político en términos de una relación de servidumbre y deuda con sus jefes, las sociedades primitivas piensan el jefe como endeudado y su poder como simplemente simbólico. El estudio de estas sociedades nos invita a considerar la importancia de la producción comunitaria, la gestión colectiva del trabajo, la conveniencia de no transformar todos los productos en mercancía. Podemos considerar el apoyo mutuo y el don en alternativa al dinero y el lucro.