En estos relatos se producen todos los excesos: desde la necrofilia al abuso de niños, los crímenes quedan sin castigo y los condenados sufren penas desmedidas o equivocadas. Escritura libertaria y de denuncia de un siglo XIX corrompido, la autora define a la clase dominante como carroñera y utiliza un lenguaje seco, de frases cortas, que también ha sido calificado como delirante.