El discurso filosófico, como cualquier otra forma de expresión, es el resultado de una transacción entre una intención expresiva y la censura ejercida por el universo social en el cual debe producirse. Así, para comprender la obra de Heidegger en su verdad inseparablemente filosófica y política, se debe rehacer el trabajo de eufemistización que le permite desvelar velándolas unas impulsiones o ilusiones políticas. Se debe analizar la lógica del doble sentido y del sobreentendido que permite a las palabras del lenguaje ordinario (Fürsorge, por ejemplo) funcionar simultáneamente en dos registros científicamente unidos y separados. Poner en forma filosófica, también es poner formas políticamente: es presentar bajo una forma filosóficamente aceptable, volviéndolos desconocibles, los temas fundamentales del pensamiento de los "revolucionarios conservadores".
Es pues a condición de reconstruir las diferentes variantes de la visión del mundo que se manifiesta crudamente en los ensayistas de la Alemania de Weimar y la lógica inseparablemente intelectual y social del campo filosófico que es el verdadero operador de la transmutación del humor völkisch en filosofía existencial, que podemos comprender la ontología política de Martín Heidegger sin operar las discrepancias muy cómodas entre el texto y el contexto, o entre el rector nazi y el "pastor del Ser".