"Si usted quiere saber dónde tiene más posibilidades de ser sepultado un depósito de desechos determinado, pregúntese dónde viven los negros, los hispanos, los amerindios y otras minorías raciales. Ya que estamos, pregúntese también dónde se encuentran los barrios pobres... Ese "racismo ambiental" que juega a escala de un país también equivale a la del mundo.
[... ] Los diferentes sectores de la población no son iguales frente a las consecuencias nefastas del proceso industrial. Cuanto más pobre, negro o mujer es uno, o los tres a la vez, tanto más se padecen los efectos nocivos de este proceso".
Para Keucheyan, "la naturaleza no escapa a las relaciones de fuerza sociales: es la más política de las entidades". Siguiendo esa línea, que sustenta todo su trabajo, postula que la humanidad no es un colectivo homogéneo frente a la crisis ecológica global. "Así como existen desigualdades económicas o culturales, también hay desigualdades en la relación de los grupos de individuos con la naturaleza, tanto con los recursos que ofrece como con la exposición a los efectos nefastos del desarrollo. Esta es la tesis que matiene en este ensayo de ecología política en el que analiza cómo estamos asistiendo a una proliferación de productos financieros: "Mercados de carbono", "derechos para contaminar", "derivados climáticos", "bonos catástrofe" "conectados" con la naturaleza, porque en lugar de atacar la raíz del problema, la estrategia neoliberal elige financiarizar el seguro de los riesgos climáticos, lo que implica el auge de las "finanzas ambientales" como respuesta capitalista a la crisis.
El autor cuestiona la idea políticamente correcta del "pacto ecológico" al que aspiran "las almas bellas", analiza los antagonismos y los intereses en pugna de pueblos y naciones en distintos niveles de desarrollo y defiende la principal tesis de este libro: la naturaleza es un campo de batalla.