La Naturaleza cambia, pero no la Andreida. Nosotros vivimos,
morimos y ¿quién sabe...? La Andreida no conoce la vida,
ni la enfermedad, ni la muerte. Está por encima de todas las imperfecciones,
de todas las servidumbres y conserva la belleza del ensueño (...).
Su corazón no puede cambiar porque carece de él. Vuestro
deber será destruirlo antes de morir. Un cartucho de nitroglicerina
o de panclastita bastará para reducirla a polvo y deshacer su forma
en el viento del caduco espacio». Con estas palabras T.A. Edison,
el brujo de Menlo Park, anuncia a los hombres la creación de Hadaly,
la mujer ideal, y les invita a desechar para siempre la embustera y voluble
realidad de la Eva de la leyenda judeocristiana, para sustituirla
desde ahora por una fiel ilusión: La Eva futura, que
inmortaliza en su propia esencia las primeras horas del Amor.