Mi marido amaneció destripado en una cuneta el 1 de mayo de 1952. Le faltaban los testículos y un reloj de bolsillo, que había pertenecido a mi abuelo cubano'. Así comienzan las memorias de Rosalinda Mur Rodríguez, una nonagenaria que residió toda su vida en un pueblo perdido de algún lugar del norte de España. La dueña del Plaza es la historia de una luchadora y de la silenciosa resistencia al fascismo que llevaron a cabo muchas mujeres anónimas. Es el temblor que provoca el brillo de una navaja, los milagros de una bruja enana, el misterio de una niña muerta, la complicidad de una aldea, una viuda que no quiso serlo, un meteorito, una loba, un bar remoto, una puta y un miedo muy profundo. También es la historia de esa otra España, de ese fantasma que no se puede morir.