Una sugerente novela acerca de las pequeñas decisiones que marcan el rumbo de nuestra existencia
Eva y Pere venden pollos al ast y huelen a fritanga de pies a cabeza. Eva no se resigna: se lava el pelo por la mañana y por la noche, se perfuma en el trabajo y pone lavadoras a diario. Intenta no abandonar sus zapatos de tacón, aunque al llegar a la tienda tenga que cambiárselos por otros más cómodos, y se compra maquillaje resistente al agua, aunque de tanto sudar el rímel le emborrone las ojeras. Consciente de lo inútil de su lucha, Eva acaba acostumbrándose tanto al olor como a las renuncias: deja en casa los tacones, tira a la basura el maquillaje y parece asumir que su vida es la que es. Sin embargo, cada vez que afloran las inevitables fricciones de la rutina en pareja o cuando el esfuerzo de sacar una familia adelante le pasa factura, la incómoda pregunta reaparece: ¿y si su vida pudiera haber sido otra?
En La conformista, su primera novela, Alba Dedeu narra con formidable sutileza y precisión los altibajos del día a día, los sinsabores de la convivencia y esa angustia de baja intensidad que envuelve a Eva, como nos envuelve a todos: el vértigo de las posibilidades aparentemente infinitas que tenemos a nuestro alcance y la incertidumbre constante de no saber si, de todas esas opciones, habremos escogido la mejor.
«Desenfadada y sorprendentemente precisa, la escritura de Alba Dedeu confirma que el desencanto puede ser un elemento irreverente e incluso divertido en la narración de una biografía. Por eso La conformista es una de esas novelas de personaje en las que una ternura inesperada se despliega y, tiempo después de la lectura, continuamos dialogando en secreto con su protagonista».
Azahara Alonso
«Una voz que cuenta las idas y venidas de una vida corriente, identificando emociones poco evidentes y narrando cosas que todos conocemos como si fueran nuevas: el rímel corrido, el olor a pollo, las hijas, el marido, la sala de espera de un hospital; una voz en la que entramos como si fuera la de nuestra mejor amiga y ante la que asentimos calladas porque no hay nada más que añadir».
Marta Jiménez Serrano