España. 1980. En una ciudad de provincias cualquiera. Francisco Munera es un oficinista gris que vive con su madre, una recalcitrante mujer que pasa los días postrada en la cama y que, por miedo a que su hijo «se signifique y acabe
como su padre», se dedica a darle todo tipo de consejos que empequeñecen su ya de por sí anodina existencia. En Paquito, sin embargo, nace súbitamente una ambición: publicar en la sección «Cartas al director» del diario provincial, que siempre leía su padre. Y este anhelo pueril, unido a una serie de sorprendentes coincidencias, le llevará a descubrir la existencia insospechada de unas gentes ancladas en el
pasado: una achacosa partida del maquis que, pese a los años transcurridos y al manto de olvido caído sobre sus fusiles, continúa aferrada a unos ideales y a unos cuantos palmos de selva mediterránea. Sus integrantes ni siquiera recuerdan
cuánto tiempo llevan emboscados, aunque siguen recordando muy bien por qué.
He aquí una extraordinaria fábula sobre el devenir cíclico de la historia de España, sobre la aparente incapacidad de este país para cicatrizar sus heridas. Con La Brigada 22, Emilio Gancedo nos regala una obra rebosante de humor y ternura, de una profundidad desacostumbrada, que está en la línea de nuestra mejor tradición literaria.