Los temas bíblicos de la creación del mundo y del hombre
obsesionaron a Mark Twain (1835-1910) durante toda su vida de escritor.
Es constante la referencia en sus relatos, cartas y anotaciones a trabajos
que estaba desarrollando, o proyectos que planeaba, con la intención
de reunirlos en una magna obra dedicada a los escritos bíblicos.
Aunque algunos de estos relatos fueron publicados de forma individual (Diario
de Adán, Autobiografía de Era, Pasaje del diario de Satanás),
la obra definitiva no llegaría nunca.
Mark Twain conocía muy bien la Biblia, como lo demuestra la gran
influencia que tuvo en toda su obra, pero en estos relatos sobre el Antiguo
Testamento encontramos también las huellas de su propia vida: el
Diario
de Eva se convierte en un tierno y emocionado recuerdo de su mujer,
Olivia Langdon, que había muerto un año antes de su redacción,
así como en los fragmentos de los patriarcas (Sem, Matusalén)
podemos encontrar sátiras al naciente imperialismo norteamericano,
o al béisbol, que acababa de iniciar su liga nacional.
En todos estos relatos está presente, como factor unificador,
el vigoroso humor de Mark Twain, con su estilo sencillo, directo e irreverente,
y la misma actitud franca y vital en defensa del ser humano cuyas debilidades
y pretensiones ridiculiza.