Un diario para sus pensamientos íntimos, un adorno de porcelana, un billete de diez chelines y un retazo de tela de seda roja para su primer vestido de noche. Éstos son los regalos que Olivia recibe al cumplir diecisiete años. Comienza entonces a soñar con su primer baile, a prepararse para él, a anticiparlo: será un acontecimiento maravilloso, el más importante hasta ahora de su limitada vida social, se dice. Y, sin embargo, también siente algo de miedo: se encuentra, pues, entre la expectación y la incertidumbre. Para su encantadora hermana mayor Kate, ese esperado baile será, sin duda alguna, un triunfo, pero ¿cómo lo vivirá la tímida y algo torpe Olivia?
Como en los mejores cuentos de Katherine Mansfield, en los relatos «dublineses» de Joyce, en las novelas de Virginia Woolf... hay algo de atemporal (esa cualidad eterna y que convierte en sublimes los más pequeños detalles) en el mundo descrito por Rosamond Lehmann en esta novela. Al hablarnos de Olivia, que fantasea, teme y sueña a la vez, Lehmann captura a la perfección las emociones de una chica que se encuentra en la edad de paso entre la infancia y la madurez. Un rito que, al mismo tiempo, abre y cierra puertas gigantescas.
A pesar de las décadas que han pasado desde que se escribió esta soberbia novela, las preocupaciones de Olivia serán intensamente familiares para cualquiera que haya sido joven y tímido. Lehmann observa y describe de forma brillante cada emoción: la agotadora anticipación, los breves lapsos de esperanza cada vez que un hombre la saca a bailar, las pequeñas decepciones que siguen y la necesidad de retirarse para, a solas, pensar con calma en lo que está ocurriendo... y, así, respirar de nuevo. Sin duda, una obra tan sutil como profunda.