El brote de indignación que desde la Puerta del Sol se contagió capilarmente a todo el mundo ha trastornado decisivamente la escena de la política contemporánea. Si bien es prematuro elaborar un diagnóstico acabado sobre este brote positivamente infeccioso de indignación, al menos resulta imprescindible el intento de valorar algunos de sus efectos. Por ende, y más allá de las consideraciones mediáticas o de debate político al estilo tradicional, es conveniente realizar un examen crítico que se interrogue por las razones y presupuestos que han caracterizado estos acontecimientos.