Entre títulos y autores, en Huellas que regresan se emite
un plan de acción: atraer historias personales la
experiencia del lenguaje, de la cultura para restarle
algo a una masa creciente de individuos sin memoria.
Contra el presente moderno, que se agota en sí mismo,
que no conjuga otros tiempos verbales, Ricardo
Forster (Buenos Aires, 1957) ha conformado una colección
de textos que retrotraen lecturas iniciáticas,
películas y fragmentos luminosos de la historia para contraponerlos entre sí, bajo cielos distintos. 'Transmitir
es apenas guardar fidelidad a los muertos', dice
el autor, es 'aprender a traicionarlos' pero no con deslealtad,
sino al traducirlos para otras épocas.
Sin declararlo directamente, se presenta asimismo en
estas páginas una biografía intelectual fundada más
en las lecturas que en los grados académicos; más en
la pasión que en la crítica destructiva.Así, Dostoievski,
Adorno, Salgari, Carpentier (y un tren en la adolescencia)
nos conducen a confiar en la memoria y eludir la nostalgia paralizante. Éste es un intento por contagiar
la historia y las convicciones políticas desde la estética
y viceversa, pero no con fantasía, sino como un
modo de ensanchar los límites de lo posible. Estas Huellas
que regresan van hacia la infancia, los libros y los
viajes, deteniéndose en las mil formas de la naturaleza.