La tragedia de la edad moderna, desde la que nos entendemos a nosotros mismos, es doble: por primera vez, vivimos en una sociedad en la que no sólo no podemos ser "seres racionales", sino que tampoco podemos ya ser sencillamente "hombres". Es preciso comenzar por interrogar a la antropología para medir la magnitud de este desastre, en el que ni la razón ni el hombre pueden ser ya "la medida de todas las cosas". Este famoso dilema platónico sigue siendo, lo queramos o no, el único punto de partida para entender todas las encrucijadas sobre las que se ha levantado el edificio político de la sociedad moderna. ¿Qué mide la sociedad moderna y con que métron se ha exigido medirse a sí misma? La pregunta hay que remontarla a un momento en que Platón denunciaba el Teatro como el máximo rival de la Academia, explicando que la democracia no había sepultado la aristocracia más que para corromperse en seguida en una perniciosa "teatrocracia". El lema del friso de la Academia, "no entre aquí quien no sepa geometría" nos obliga a plantear la relación entre dos formas de medir: ¿qué pasa con la medida en el espacio trágico? ¿qué mide lo trágico y qué mide la geometría? Y en último término: ¿qué mide y qué pretende medir la idea de un Estado de Derecho?