Un único camino conecta al pueblo con el manicomio, pero no se trata de un camino convencional. El trayecto se compone de casillas numeradas y para atravesarlo hay que respetar el orden y las normas. «No se salgan de sus casillas». «Está totalmente prohibido correr». Cierto día, un hombrecillo vestido de cartero se presenta en el manicomio con un lote de cartas que debe entregar en mano a su destinataria, una joven interna llamada Federica. El guardián de los espacios es quien recibe al sujeto, pero le parece extraño y desconfía de él enseguida, alertado por la insólita y fascinante forma que tiene de mover los pies. El cartero, a pesar de no haber incumplido ninguna de las normas, no ha llegado al manicomio caminando sino saltando… al parecer tiene un don. Aunque, en realidad, el salto más liberador del mundo lo había inventado una mujer.
«Duele atravesar paredes, uno se pone enfermo de eso, pero es imprescindible». Tomas Tranströmer
«Saltar para transformar el arte y la propia identidad». Alba Otero
«Solo somos visibles cuando alguien une nuestros puntos». Manuel Moranta