La ciudad no es un espacio liso y uniforme. Tiene zonas iluminadas, aptas para la libre circulación, y zonas de penumbra, de movilidades complejas y clandestinas; lugares de prosperidad económica y otros que acumulan pobrezas; enclaves seguros y enclaves de riesgo.
Son los daños colaterales de un modelo neoliberal que reduce derechos no tanto para aumentar los beneficios de unos pocos, como para fomentar la rivalidad y la competencia en tanto palanca de deseo; que privatiza no solo los recursos públicos, sino toda vida en común en pro del principio de escasez y su correlato, la responsabilidad individual; que no persigue tanto eliminar las disfuncionalidades como detectarlas y mantenerlas a raya, contenidas dentro de una desigualdad sostenible.
El neoliberalismo desvía la tensión y la ansiedad generada por la ruina de la «seguridad de los derechos» hacia el «derecho a la seguridad», de forma que la población misma exija más monitoreo, más policía, más castigo. ¿Pero acaso no es en esta co-producción por abajo del dispositivo securitario donde se encuentra su superación? Inventando nuevas formas cole