Se han cumplido ya 30 años de la aparición de El Viejo Topo. La revista irrumpió en los
quioscos en noviembre de 1976, tras casi dos años de peleas con el Ministerio de
Información para conseguir el imprescindible permiso. Para sorpresa de todos, el éxito fue
fulminante. Se alcanzó rápidamente una tirada (real) por encima de 30.000 ejemplares, con
picos que alcanzaron los 50.000.
¿Las causas? Seguramente su contenido, tan radical como plural; la priorización del debate
por encima del axioma dogmático; la apertura a los entonces nuevos movimientos
(feminismo, ecologismo, liberación sexual, etc.); el tratamiento de la cultura y la
contracultura; el respeto a la disidencia; un diseño entonces tan innovador que consiguió el
premio Laus...
No fue, sin embargo, un camino de rosas: las visitas a los juzgados fueron frecuentes (por
atentar a la seguridad interna del Estado, nada menos); los secuestros de ejemplares por la
policía, el pan nuestro de cada día; alguna amenaza de bomba; y, para rematar la faena, el
intento de captura de uno de sus co-directores por parte de un grupo paramilitar armado el
día del tejerazo. Al final, sin embargo, todo quedó en agua de borrajas y la revista prosiguió
su andadura.
Ahora, para celebrar esos treinta años, Jordi Mir ha efectuado una antología con algunos de
los textos más interesantes de aquellos años, que se reproducen aquí en edición facsímil.
Son textos que dibujan, mejor que cualquier ensayo, cómo éramos y cuáles eran nuestros
sueños en aquellos creativos y vibrantes años setenta. Y que también nos muestran el
tamaño de la derrota.