Un niño contempla cómo su abuelo va envejeciendo en un lugar que no es su casa, recordando lo que dejó atrás: amores, trabajo, naturaleza y sobre todo la pérdida de un pueblo inundado por el agua. El encuentro entre la vejez y la niñez llegará cuando el abuelo le haga un legado al niño: un puñado de una tierra desaparecida que él guardó siempre. La voz del niño que rememora la relación con el abuelo no tiene florituras, es de verdad, la de un espectador que ha visto cómo un mundo ha quedado atrás. No hay nostalgia sino la fuerza de lo que debe ser recordado para que no se pierda definitivamente.