El proyecto de un libro que reuniera un conjunto de poemas en prosa se remonta a 1857. Estos poemas nocturnos, como primero los tituló, debían estar "emparejados" con Las flores del mal, en el sentido de ser una ampliación de los temas tratados en los "Cuadros parisienses". Por eso dudó entre otros títulos como El paseante solitario y El vagabundo parisiense. Este último tenía la ventaja de traducir el "ideal obsesivo" que nace de "frecuentar enormes ciudades" y del "crecimiento de sus innumerables relaciones".