En la plenitud de la época medieval, Alfonso X el
Sabio representó en España la renovación de un
programa imperial que implicaba la integración
del saber disponible de la humanidad, impulsada
desde su figura soberana.
Este programa era mimético del de Federico II,
pero Alfonso lo llevó a cabo no solo recogiendo el
saber de al-Ándalus, sino también el saber latino
que habían acumulado los monasterios de La Rioja,
altamente influidos por los francos.
El proyecto imperial debía legitimar su aspiración
hegemónica de asimilar la idea de España a Castilla.
La empresa fracasó porque chocó con cuatro grandes
problemas. Primero, la debilidad de su poder
político. Segundo, el carácter cortesano, heredado
y reverencial de esos saberes. Tercero, la resistencia
firme y resuelta de Jaime I, que afirmó la perennidad
hispana de la corona de Aragón. Cuarto, la hostilidad
de Roma.
Al final, ese fracaso de la primera aventura imperial
hispana sumió a la corona de Castilla en una crisis
que dejó una profunda huella en la memoria de los
pueblos.