Una de las pocas cosas que sabemos de Salomé, la princesa que, tras bailar para el Tetrarca Herodes Antipas, exige como recompensa por su exhibición la cabeza del Bautista, es que se trata de una mujer bellísima. Y, sin embargo, la narradora de El papiro de Miray, nos la presenta, en las primeras líneas, como un ser deforme e indefenso, que inspira a la vez compasión y un punto de repugnancia. Pero, ¿quién es Salomé? Se trata, de hecho, de un personaje menor, dibujada con unos pocos trazos en el Nuevo Testamento.