El corazón de la disciplina sociológica encierra un conflicto: por un lado, su ambición generalizadora, por otro, la tentación de volver a las situaciones concretas en las que encuentra sus materiales empíricos. ¿Y cómo estudiar una realidad social sin perder de vista al individuo? No basta con la mera contemplación de la primera, como algo que se presenta ante nuestros ojos, por el contrario, la realidad social hay que reconstruirla desde la óptica de la teoría. Sólo así el sociólogo podrá enfrentarse a la realidad para dar cuenta de ella.
Tal es el genuino «oficio» del sociólogo, convertir en habitus la teoría de la construcción sociológica, volver explícitos los supuestos desde los que conocer. Para ello es preciso recorrer la tradición sociológica, rastreando los hábitos intelectuales, los procedimientos la esencia del método y, por tanto, del quehacer del sociólogo.
Obra clásica de referencia, El oficio de sociólogo ha inspirado a generaciones de científicos sociales a «pensar sociológicamente» y a reflexionar sobre la naturaleza de su disciplina.