Habitar el espacio y resistir. Seguir intentándolo pese a todas las circunstancias. Pese a nosotros mismos. Pese a que no podamos vivir en el poema. Insistir ferozmente mientras el paso de las doradas estaciones, de los recuerdos vestidos de niñez, y, sobre todo, de los vigilantes ojos de los zorros, nos atraviesan sin cautela. De eso nos habla Luis Alemañ, en éste, su último poemario. Pero la gran invitación que nos hace el poeta es, la de empujar al lenguaje, a la soledad, a los resquicios del amor, hacia el futuro. Ese futuro con “la dignidad de una ruina griega”.