Narrativa surrealista. Todo está dicho, nada se puede hacer. Este parece ser el lema que llevamos agrabado en nuestro cuerpo y alma para que abandonemos toda esperanza en el reino del Capitaloceno, donde sufrimos un triple encierro geográfico, ecológico y, sobre todo, histórico, que aleja y difumina el horizonte utópico hasta su cancelación definitiva. Pero es precisamente ese horizonte de la utopía --y sus imágenes-- de deseo que podrían reabrir las ventanas de 1789, 1871, 1936 o 1968-- la materia prima y el crisol de este libro.