En la actualidad, el modo de abordar el arte se caracteriza, frecuentemente, por una gran ingenuidad que afecta tanto a la mayor parte del público como a sus «amateurs». Un primer aspecto de esa ingenuidad identifica el arte con la obra, con el objeto artístico, que se percibe dotado de un valor cultural, simbólico, económico, autónomo e independiente. Una ingenuidad opuesta y complementaria consiste en disolver completamente el arte en la vida, de manera que el arte pierde toda su especificidad y se convierte en una operación comunicativa. Ambas posiciones ignoran la «sombra» que, inseparablemente, acompaña tanto la obra como la operación artística. El arte, hoy más que nunca, deja tras de sí una sombra, una silueta menos luminosa en la que se retrae cuanto de inquietante y enigmático tiene.