«En los últimos años de los cuarenta y en los primeros de los cincuenta, la ficción americana se vio abrumada por una fiebre de Kafka. Rara vez podía uno abrir una publicación sin toparse con algún asunto relacionado con él, un estudio crítico, una traducción espontánea de alguno de sus relatos, o una imitación. Todo el mundo trató de hacer caja con el Absurdo al tratar de escribir una historia “kafkeana”, y todos eran terribles. Ahora, años más tarde, Kafka podría no estar desviando la mirada sino sonriendo en la tumba al ver a Donald Barthelme, ya que por fin, tenemos aquí, a un digno sucesor.»
Anatole Broyard, The New York Times, 12 de mayo de 1968
Incluye: Manual para hijos.
¿Cómo deshacerse de un Padre Muerto de una longitud aproximada de 3.200 brazas, cuyo cuerpo inerte se extiende desde la Avenue Pommard hasta el Boulevard Grist? ¿Cómo deshacerse de un ser omnipotente y omnipresente, que dicta, ejecuta y reina más allá de la muerte? ¿Cómo deshacerse de un «pesado de mierda»?
Thomas —el Hijo— y Julie —su Mujer— se encuentran al frente de esta peligrosa expedición. Diecinueve hombres arrastran penosamente el cable que lleva al padre muerto a la tumba. Juntos atraviesan lugares inhóspitos como el territorio de los wend, un ejército de seres sin padre, seguidos de cerca por la amenaza velada de un jinete misterioso. Entre tanto, el Padre Muerto está todavía con no¬sotros. Pronuncia discursos, ejecuta sentencias, promulga edictos, descarga su ira de padre. El Padre Muerto es el padre de todos los hijos. Padre de padres. Y ahora hay que enterrarlo.
En esta puesta en escena experimental que es El Padre Muerto, Donald Barthelme deconstruye brillantemente la figura mítica y omnipresente del padre mediante la ironía de quien sabe que «un hijo nunca llega a convertirse en padre, en su sentido más amplio. Claro que puede intentarlo, pero no pasará de ser un mero aficionado».