Mediante este relato intimista y autobiográfico, Bea Enríquez interpreta la cotidianidad para dar luz a las inquietudes de ser joven en el siglo XXl. Con trazos sencillos y un gran manejo del color, nos habla de su relación con la soledad, de la dificultad de relacionarse con los demás y de la necesidad imperiosa de sentirse arropada y entendida.
Así, a lo largo de sus páginas, se suceden vivencias personales como la muerte de una mascota; las disputas con amigos y compañeros de trabajo; la historia de un amor fugaz; los recuerdos de los días de pesca en un río en familia; o, simplemente, los buenos momentos compartidos con colegas entre cervezas.
En definitiva, un retrato de los avatares de la vida a través de escenas aparentemente intrascendentes que, gracias al talento de la autora, adquieren ante nuestros ojos un carácter universal.