El foco del teatro baudelariano no pone en juego la inquietud elegíaca del moderno atormentado, o mejor, la pone en juego para burlarse. Esta disperso en la obra, en el artificio del hashchis, en la materialidad radiante de Las flores del mal, en la condensación escénica de los poemas en prosa. Esa difusión teatral que ocupa también la vida de Baudelaire, recorre y alumbra la correspondecia.