Comunidad es una de esas palabras que producen una buena sensación: está bien "tener una comunidad", "estar en comunidad". La "comunidad" representa el tipo de mundo que anhelamos habitar pero al que, por desgracia, no podemos acceder.
Hoy, "comunidad" es sinónimo de paraíso perdido, aunque un paraíso que todavía esperamos encontrar en nuestra búsqueda febril de los caminos que nos pueden llevar a él. Pero el privilegio de estar comunidad tiene un precio. La comunidad nos promete seguridad pero parece privarnos de la libertad, del derecho a ser nosotros mismos. La seguridad y la libertad son dos valores igualmente preciosos y codiciados que pueden equilibrarse hasta cierto punto, pero que difícilmente se reconciliarán jamás de forma plena. Es improbable que se resuelva nunca la tensión entre la seguridad y la libertad, y entre la comunidad y la individualidad.