Los viejos paradigmas de sociedades organizadas a partir de una jerarquía representada por el Estado y las leyes históricas, y en torno a líderes carismáticos, todavía se mantienen. Y es que a pesar de la importancia de los procesos participativos iniciados en las dos últimas décadas en muchas democracias, y en particular en los municipios, aparece un desencanto y una decepción con sus resultados políticos y con los partidos que los han impulsado. Los poderes locales no son ajenos a estos cambios y paradojas: municipios con larga tradición democrática y progresista e impulsores de experiencias participativas en Europa y América Latina se han inclinado en diversos comicios por la opción conservadora y autoritaria.