Una multitud se mezclaba aturdida. Entre el
estrépito de tímpanos, el alboroto de flautas, el clamor de címbalos y
panderos, la turba cantaba, danzaba y se contorsionaba en un ritual orgiástico.
Cubiertos por la oscuridad de la noche y en las afueras de la ciudad, envueltos
en ropas femeninas, los bacantes salvaban su identidad bajo la ambigüedad y el
juramento de silencio.En el año 186 a.C. el Senado romano denunció
la corrupción de los ritos nocturnos mixtos en los que se profanaban los
cuerpos de las matronas romanas y la virilidad de los jóvenes ciudadanos. Los
miembros del Senado quisieron ver en las Bacanales una conspiración que
amenazaba los cimientos de la República y de la sociedad romana, iniciando la
primera caza de brujas de Occidente.En Bacanales,
Pedro Ángel Fernández Vega estudia el culto a Baco, la investigación criminal
que el Senado emprendió y la consiguiente persecución decretada. Revisa la
verosimilitud de la versión oficial en relación con las prácticas sexuales
desordenadas y la veracidad de las acusaciones vertidas contra una religión que
resultó inquietante por su capacidad para congregar tanto a ciudadanos romanos,
a itálicos y libertos como a esclavos, poniendo de algún modo en cuestión
el statu quo de la sociedad misma. A partir de la
teoría de la conspiración, la clase política dirigente promovió una persecución
despiadada que vulneró el derecho establecido.