La identidad de Alicia se realiza, cambia y modula con la misma liberalidad con que la niña cambia de tamaño. Debido a la naturaleza discreta de los fragmentos que componen su identidad -un auténtico «cúmulo de imágenes rotas» (T.S. Eliot, La tierra baldía)-, su personalidad muestra caracteres sorprendentes como puedan ser la crueldad, el anhelo de dominio o la conciencia de autoridad para arbitrar los significados sobre los que se construye el mundo. Todos estos caracteres pueden entenderse también como manifestaciones de la «voluntad de poder» y revelan esa «animalización de Dios» característica del individuo autónomo.
"En Lewis Carroll, todo comienza con un combate terrible, el combate de las profundidades: las cosas explotan o nos hacen explotar, los alimentos son tóxicos y venenosos, las entrañas se expanden, los monstruos nos alcanzan. Los cuerpos se entremezclan unos con otros, todo se funde en una suerte de canibalismo... hasta las palabras se comen. Es el dominio de la acción y la pasión de los cuerpos, las cosas y las palabras se diseminan en todas direcciones o, por el contrario, se sueldan en bloques imposibles de descomponer. Todo en las profundidades es terrible, todo es un sinsentido. (...) La singularidad de Carroll consiste en no dejar pasar nada por el filtro del sentido y el significado, y escenificarlo todo sobre las tablas del sinsentido, pues la diversidad de este es suficiente para dar cuenta del universo entero, de sus terrores y sus glorias."