«Este proyecto nace de una convicción común. Más allá de su contexto —la situación de encierro, la digitalización radical de las comunicaciones, la privación del contacto con el otro—, Árboles frutales se sostiene sobre una concepción dialógica del acto de escritura. Si habitualmente el diálogo se produce de manera triangular entre el sujeto que escribe, el objeto libro y el sujeto que lee, en este caso el espejo se deforma para fundir a autor y lector: el dispositivo epistolar sin destinatario fijado, la escritura entrecruzada y el diálogo formal proponen un nuevo escenario en el que el libro no es solo objeto, sino también espacio público. Cuarenta voces se dan encuentro e inciden en la tensión que más nos interesa: la que se produce entre lo particular y lo general, entre lo propio y lo compartido». Adrián Viéitez