Estos cuentos, maravillosamente ilustrados por el artista chino señor Ju-Peon son de una extraordinaria originalidad. Aquí estamos en Corea, en la Corea milenaria; encontraremos de nuevo sus costumbres, sus creencias, su moral, su instintivo deseo de justicia. El Dios del cielo, el gran Okonchanté, interviene con frecuencia para proteger a las personas honradas. Su influencia, incluso cuando no llega a nombrarse, se adivina presente; se revela a través de incidentes secundarios que, en el desarrollo del drama, adquieren un valor y contribuyen a salvar al héroe o la heroína. La autoridad paterna es absoluta, imagen de la del rey, pero si el padre abusa de sus derechos, es castigado. Por encima de las leyes más respetadas, domina la Ley Eterna. Ese sentimiento de una justicia superior se encuentra en todos los pueblos.