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  • Bredlow Wenda, Luis Andrés

  • Ensayos de herejía

    Ensayos de herejía

    Filosofía
    Isbn: 9788415862390
    Editorial: Pepitas de calabaza
    Colección: Pepitas
    Fecha: 06 / 2015
    Precio: 12.00 €

    Diez intentonas de blasfemar contra los sucesores de Dios en nuestro mundo: el Estado y el Dinero, el Trabajo y el Mercado, el Progreso y el Futuro, por la vía más bien indirecta del ataque a algunas de sus manifestaciones más inmediatamente palpables y fastidiosas: la barbarie urbanística; la manía de reformarlo y reestructurarlo todo permanentemente; la sustitución del aire por el sucedáneo químico; la confusión de los servicios públicos con las impertinencias personalizadas de las burocracias estatales; la plaga del turismo (que es lo contrario del viaje); la condena de los estudios a convertirse en un como simulacro de trabajo fabril; los tráficos de sustancias mortíferas y el negocio montado sobre su prohibición; el culto demencial de la alta velocidad; la superstición de la mayoría que hoy se llama democracia; la asimilación de las tradiciones populares vivas por el espectáculo de las identidades culturales.
  • Platón Esencial

    Platón Esencial

    Filosofía
    Isbn: 9788416995387
    Editorial: Ediciones de Intervención Cultural
    Colección: Esencial
    Fecha: 10 / 2017
    Precio: 19.50 €
    Fuera de stock

    A los ojos de Platón, la crisis de los valores ético-políticos de su época y la de las creencias de los hombres acerca del mundo y de sí mismos eran dos caras de la misma moneda: intuía que el desorden, la inconstancia, el azar y la incertidumbre que los filósofos habían descubierto en el universo eran, de alguna manera, los mismos que agitaban a las sociedades de su tiempo; y Platón anhelaba el orden, la ley, la repetición, la certeza, en la sociedad lo mismo que en el pensamiento. Las proposiciones matemáticas gozaban, para Platón, de una certeza indubitable; los objetos de que trataban (números, líneas, círculos...) eran, en fin de cuentas, los únicos objetos conocidos que se comportaban dócilmente tal como mandaba la diosa de Parménides: eran lo que eran y no podían no serlo, eterna e invariablemente. Era razonable pensar, sin embargo, que ese privilegio lo compraban al precio de no ser de este mundo, de no ser, como hoy diríamos, reales. El atrevimiento de Platón fue postular que esos entes ideales, no siendo de este mundo, tenían que ser el fundamento que permitía en ten der el mundo: los entes ideales, las Formas, constituían la estructura fija y estable que subyacía a la realidad cambiante; eran los elementos del mundo que en vano habían buscado los filósofos. En fin de cuentas, las matemáticas, que no trataban más que de puras idealidades, ofrecían el solo ejemplo de un conocimiento firme e infalible; y la pregunta de Platón era cómo debe ser el mundo para que pueda ser conocido. Lo indudable, para Platón, es que no puede haber conocimiento alguno si todas las cosas fluyen y cambian y nada permanece, como creen los supuestos seguidores de Heraclito. De ser así, nada sería lo que es; nada podría ser conocido, ni de nada podría decirse que es esto o lo otro, ya que, mientras hablamos, ya se habría trocado en otra cosa. Para que haya conocimiento, y lo que es más, para que haya algo que conocer, es preciso que haya unas Formas o esencias eternas e inmutables: ?lo Bello y lo Bueno en Sí?, y una para cada una de las cosas que son las que son.