6 de Febrero de 2025
El análisis de la justicia y la política alemanas de los años 20 y primeros 30 del pasado siglo sirven en este ensayo para comparar el proyecto liberal conservador y el republicano como las dos formas que marcaron el enfrentamiento ideológico europeo antes del ascenso de los totalitarismos En una carta enviada al dictador Francisco Franco en septiembre de 1945, Ramón Serrano Suñer sostenía que, antes del final de la Segunda Guerra, «las tres formas políticas genéricas de nuestro tiempo eran: democracia liberal, fascismo o comunismo»; y que ante aquella disyuntiva, la decantación totalitaria española fue la más conveniente. Desde aquel entonces, el momento político de la primera posguerra ha solido encajonarse en el citado trilátero. La presente monografía plantea un ángulo de observación alternativo, tomando el caso alemán como categoría europea. El espíritu político de los años 1920 y primeros 1930 resulta más eficazmente captado a través de la contraposición entre dos proyectos liberales nacionales: el conservador y el republicano. Sus implicaciones políticas saltan bien a la vista desde el observatorio que proporciona el derecho constitucional y la teoría del Estado. Sobre estos postulados, se examinan la opinión conservadora y el parecer demócrata sobre la figura constitucional republicana, la democracia pluralista, el Estado de partidos, el gobierno parlamentario, la supremacía de la ley, la vinculación constitucional y legal de los jueces, los derechos fundamentales, el papel de la alta burocracia, el estatuto de los cuerpos intermedios o el alcance de los poderes de excepción. Se han redactado estas líneas con el afán de reconstruir un intervalo jurídico fundacional, mas ya cancelado, aunque con la impresión creciente de estar escribiendo sobre desafíos y peligros que vuelven a emerger entre nosotros. «Era en el terreno cultural y emocional donde más determinante aparecía el juego de posiciones. En lo que hace al grupo social representado por nuestros juristas nacional-conservadores, no podía ser un miedo fundado al comunismo lo que inspirase su huida hacia delante, sino la resuelta decisión de volver a recuperar el monopolio del poder institucional, con atribución al nazismo, en virtud de su nostálgico afán de restauración, del aglutinante papel de conductor de las masas».